Desde la llegada del presidente Donald Trump a la Casa Blanca han cambiado muchas cosas en la escena internacional. Estados Unidos ha pasado de apoyar de una forma rotunda y clara a Ucrania, armándola para resistir la agresión rusa y dotándola de fondos económicos para resistir la larga guerra, a contemporizar con las posiciones del presidente ruso, Vladimir Putin, con respecto a la salida del conflicto. Trump ya ha aceptado como inevitables las exigencias de Moscú en el sentido de que Ucrania tendrá que ceder territorios -aproximadamente el 20% del país ocupado-, aceptar que nunca podrá integrarse en la OTAN y, concomitantemente, aceptar el hecho de dar por perdida para siempre a la arrebatada península de Crimea, allá por el año 2014, por los rusos. Eso, junto con otras exigencias humill

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