Hay en el perfil futurista de Hong Kong un poso de sabiduría ancestral que da sentido a su abigarrada estética de acero y de cristal. Una ciencia sagrada que rige la verticalidad de esta ciudad caótica e inagotable que, pese a su ritmo acelerado y sus dimensiones brutales, deja escapar destellos de serenidad.

El feng shui, la filosofía china que busca armonizar la energía en los espacios para alcanzar la prosperidad, ha dictado al pie de la letra los preceptos que ha de seguir la arquitectura en el corazón financiero de Asia. En ese bosque de rascacielos geométricos que son la sede de bancos y multinacionales, y que se divisa como un monstruo de hormigón entre las montañas y el mar.

También lo hizo con la obra de ingeniería que supone el aeropuerto Chek Lap Kok, el hub principal de l

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