Todos somos “discapacitados” en algo: cada uno tiene limitaciones, dificultades o zonas donde no alcanza tan fácilmente ciertas metas. Aun así, trabajamos, estudiamos, construimos vínculos y buscamos logros.

Cuando una diferencia deja una marca visible en el cuerpo, lo que aparece para los otros como representación y aun como percepción es lo que suelen llamar “discapacidad”: algo que se ve y que se vuelve objeto de mirada, clasificación y juicio social.

En cambio, cuando la dificultad no deja huella corporal —como ocurre con los trastornos emocionales, afectivos, — entra en otro régimen de representación social. No se ve, no se señala en la calle, pero a veces se cuestiona su legitimidad, se minimiza o se interpreta como falta de voluntad o carácter.

Ambas formas de vivir una limitac

See Full Page