El obrero que nunca llega a casa temprano
Opinión del experto nacional
Por Ricardo Peraza
En la esquina de una avenida cualquiera de la Ciudad de México, un hombre mira el reloj mientras espera el camión de las once de la noche. Sale de una planta donde fichó a las siete de la mañana. Doce, trece horas después, el sueldo apenas alcanza para la renta, el súper y una deuda que crece de forma silenciosa como moho en la pared. A su alrededor, los anuncios espectaculares venden otra historia: récords de utilidades, bancos “más sólidos que nunca”, marcas “socialmente responsables”. El país de las ganancias luce radiante. El país de los trabajadores camina con sueño.
Durante décadas, el guion fue claro: la prioridad era atraer inversión, abaratar costos, “flexibilizar” el trabajo. Se le llamó

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