Por Carlos Salas*

En este Día de los Derechos Humanos me encuentro una vez más frente a una fecha que no es solo un acto, ni una efeméride más. Para quienes somos hijos de desaparecidos , esta jornada es un recordatorio profundo: los derechos humanos no son una consigna abstracta ni fechas anuales solo para recordar, son una frontera mínima de dignidad que alguna vez le fue arrancada a nuestros padres y a todo un pueblo.

Soy hijo de un hombre que no tuvo defensa, ni juicio , ni tumba . Mi padre fue secuestrado y desaparecido por el terrorismo de Estado . Esa ausencia —que no es un vacío quieto, sino una herida que respira— me acompañó toda la vida. Por eso, cuando escucho hoy discursos que relativizan, que comparan lo incomparable o que pretenden “revisar” lo irrevocable, n

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