En 1920 Pascual Ortiz Rubio lanzó una convocatoria para que expertos en Michoacán se presentaran a un certamen donde el mejor trabajo sobre la historia de la entidad sería publicado. La idea no tuvo una buena acogida y el certamen se declaró desierto. El gobernador —ese cargo tenía Ortiz Rubio— no se desanimó y, a falta de voluntarios, escribió un texto que salió a la luz con su nombre y en donde se incluyó la convocatoria fallida.

Era ingeniero y pasó a la historia como una marioneta de Plutarco Elías Calles, el famoso “Jefe Máximo de la Revolución”. Cuando murió cuarenta años después de aquel libro de historia, solo unos cuantos cuates fueron a su sepelio, lo enterraron en una fosa de tercera, en el mismo panteón donde la tumba principal era la del turco nacido en Sonora. Pascual era to

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