La reciente decisión del Pleno del Congreso de aprobar una ley para eliminar el enfoque de género en las políticas públicas, reemplazándolas por el de igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, es un retroceso que, en materia laboral, amenaza con perpetuar dos décadas de estancamiento. La igualdad de oportunidades formulada en abstracto y sin reconocer las barreras sociales específicas que enfrentan las mujeres, es una consigna cómoda: luce imparcial, pero carece de instrumentos para corregir desigualdades reales.

Nuestro mercado de trabajo ofrece evidencia contundente de por qué un enfoque neutro no es suficiente para avanzar en dirección a la igualdad. La participación laboral femenina se ha mantenido estancada en veinte años: de acuerdo con datos de la Encuesta Permanente de

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