En tiempos de hiperconexión, las redes sociales se han convertido en una vitrina emocional gigantesca donde observamos, desde la comodidad del teléfono, la vida íntima de miles de desconocidos. Lo sorprendente es que, aun sin saber quiénes son, sus historias nos conmueven como si fueran parte de nuestra propia familia. Y ese acto de emocionarnos frente a alguien que jamás hemos visto en persona habla más de nosotros que de ellos.

Pasamos largos minutos —y a veces horas— viendo en Facebook, Instagram o TikTok videos de familias que se reencuentran , personas que realizan acciones heroicas como donar su cabello o ayudar a un vendedor ambulante, o perritos recién adoptados dando sus primeros pasos en un hogar nuevo. Aunque no conocemos a quienes aparecen en pantalla, lloramos , nos c

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