Nezahualcóyotl, Méx.—Desde pueblos de Tlaxcala, Puebla, así como de los municipios de Chimalhuacán y Ciudad Neza, miles de peregrinos se adentran a las vías del ferrocarril, con durmientes podridos, piedras sueltas y polvo. Es la ruta más corta para llegar a la Basílica de Guadalupe, sí, pero también la más peligrosa: el tren de carga puede aparecer en cualquier curva.

Cuando el sol apenas calentaba, las caravanas reiniciaron su recorrido. Van en grupos para cuidarse: niños, ancianos, mujeres con morrales y hombres cargando estandartes. Nadie va solo.

“Ya mero terminan las vías, que son lo más pesado”, suspira Adrián, de Chimalhuacán, mientras ajusta la mochila de su hijo de ocho años. “Salimos de madrugada, llevamos más de tres horas aquí entre los rieles y nos faltan unas cinco o seis

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