Nunca la tuvo, ni para buscar a como diera lugar la gubernatura, costara lo que costara, -bocabajearse, humillarse, halagar a cualquiera que, según él, pudiese influir en esa, la aspiración que valía, etc.-; ni para ejercer el poder (era para ejercerse, sostuvo cínicamente).

Pero caído en desgracia, superado el trago amargo de la reclusión floridense y la del penal de San Guillermo, ya en su residencia (contrario a la creencia generalizada, en un fraccionamiento de clase media-media) y vigilado día y noche, no sólo por el dispositivo electrónico, sino por un pertinaz equipo de vigilancia, no supo que debía contenerse.

Que las ganas de bailar debían contenerse; que las de aparecer como el patriarca (y las de los que quisieron hacerlo ver como tal), debía contenerlas; que las de aparentar

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