En estas fechas, todos volvemos a mirar hacia adentro. Entre luces, compras y planes, hay un susurro que nos recuerda lo esencial: lo que de verdad permanece no son los regalos, sino los abrazos que dimos, las conversaciones que escuchamos y la forma en que hicimos sentir a quienes amamos .

Cada uno carga con su propia historia, sus prisas, sus preocupaciones. Pero cuando llega diciembre, algo en nosotros se suaviza. Nos detenemos un poco más. Miramos con otros ojos a quienes comparten nuestra mesa. Y recordamos que, al final del día, la vida está hecha de momentos sencillos que se convierten en recuerdos profundos.

Porque cuando pensamos en nuestra propia infancia, lo que vuelve no son los objetos.Vuelve la voz de mamá llamándonos.Vuelve el abrazo fuerte de papá cuando el mundo nos qu

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