En 1965, en la pintoresca ciudad de Arlés, al sur de Francia, el notario André-François Raffray creyó haber encontrado un chollazo para invertir . Jeanne Calment, una viuda de 90 años y sin herederos propietaria de un amplio piso en pleno casco histórico de la localidad, estaba dispuesta a llegar a un acuerdo para venderle su vivienda a cambio de una renta vitalicia y poder vivir en él hasta su muerte.
Con los datos estadísticos en la mano, la compra del piso iba a ser una ganga para el notario, por lo que no dudó en llegar a un acuerdo con la anciana propietaria. Lo que no se esperaba el joven notario es que iba a ser el peor negocio de su vida: la anciana tenía una genética a prueba de bombas , o al menos eso pensó todo el mundo.
El trato fue un chollo, pero no para quien parec

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