No es la Constitución que nos dimos entre todos pero sí será la modificación de la ordenanza del civismo que pactaron una mayoría holgada. El Ayuntamiento ha dado este jueves el penúltimo espaldarazo –falta el plácet final, que llegará en el pleno municipal previsto para el 19 de diciembre– a la reforma de esta normativa que a todas luces ha quedado desfasada tras 20 años de vigencia en los que Barcelona ha cambiado mucho y las multas se han cobrado más bien poco, un 16% del total impuesto en los dos últimos años. Ha cambiado en diversidad, en turismo, en ocupación del espacio público y en nuevas modas sociales. Han desaparecido los trileros, pero los grafiteros se han multiplicado y beber en la calle ya es tan barcelonés como el Bicing. A todo ello pretende dar respuesta el documento que

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