Hay lugares que parecen hechos para demostrar que la geología también sabe ser poética. La  Fageda d'en Jordà  es uno de ellos: un  bosque de hayas  que crece no sobre tierra fértil al uso, sino sobre una antigua lengua de roca volcánica. Bajo la hojarasca y las raíces hay una colada del volcán Croscat que hace miles de años avanzó por este valle y hoy sostiene el único  hayedo volcánico  de toda España.

El resultado es un paisaje que desconcierta un poco al caminarlo: el suelo no es completamente llano, sino una sucesión de montículos redondeados —los  tossols — formados cuando la lava incandescente se encontró con zonas húmedas y el agua hirvió bajo ella, empujando hacia arriba la superficie. Sobre esos bultos de origen volcánico se han instalado las hayas, creando un  bosque de hayas  de sombras densas, silencio espeso y un punto de irrealidad, sobre todo en otoño, cuando el suelo se vuelve rojo y dorado.

La  Fageda d'en Jordà  forma parte del  Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa , que protege unos 40 volcanes y más de una veintena de reservas naturales. Es una de esas postales muy compartidas en redes que, por una vez, gana en directo: el contraste entre el origen violento del terreno y la calma actual del bosque se entiende de verdad cuando lo recorres a pie siguiendo alguna  ruta de senderismo  señalizada.

Un  bosque de hayas  nacido de un volcán

Para entender por qué este lugar es tan especial hay que mirar un poco más atrás en el tiempo. El Croscat, el volcán más joven de la Garrotxa, entró en erupción hace unos 17.000 años y volvió a hacerlo unos milenios después. De esas erupciones salió la colada sobre la que hoy se asienta la  Fageda d'en Jordà : un río de lava que, una vez solidificado, se convirtió en una plataforma de roca de unos 20 km².

La combinación de ese sustrato volcánico con el clima húmedo de la comarca —inviernos suaves, muchos días nublados, lluvias abundantes— ha permitido que prospere aquí un  bosque de hayas  a una cota relativamente baja, en torno a los 550 metros, cuando lo habitual es encontrar estos árboles en zonas más altas de montaña. Ese desajuste altitud-clima es una de las claves que explican por qué se habla tanto de la singularidad de este  hayedo volcánico .

Además de sus valores naturales, la  Fageda d'en Jordà  tiene también un peso simbólico en la cultura catalana: fue fuente de inspiración para Joan Maragall, que le dedicó un poema hoy grabado en un monolito junto al inicio de uno de los itinerarios más populares. El texto, que habla del misterio y el recogimiento del lugar, se ha convertido casi en la puerta de entrada sentimental a este tramo del  Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa .

Disfrutar del  Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa

Aunque el entorno tiene un punto mágico, la visita es bastante sencilla. La opción más habitual es llegar al área de Can Serra, junto a la carretera entre Olot y Santa Pau, donde hay aparcamiento regulado y punto de información. Desde allí parte el itinerario 2 del parque, un recorrido circular de unos 30 minutos que se adentra en la  Fageda d'en Jordà  por senderos amplios y señalizados. Es una  ruta de senderismo  corta, sin grandes desniveles, apta para la mayoría de visitantes.

Quien busque algo más de caminata puede enlazar con el itinerario 3, que conecta Olot con la  Fageda d'en Jordà  en unos 4 kilómetros, o llegar caminando desde Santa Pau por un trazado de unos 5 kilómetros. Todas son opciones de  ruta de senderismo  dentro del  Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa , que insiste en un mensaje claro: el acceso motorizado dentro de la reserva está restringido, y solo se permite la entrada de vehículos con autorización previa en casos como la discapacidad acreditada.

Esa regulación tiene sentido cuando pisas el sendero: la sensación de calma es parte del atractivo del lugar, y se perdería fácilmente si se llenara de coches. Por eso se recomienda respetar al máximo la señalización, no salirse de los caminos, no recolectar plantas ni musgos y mantener a raya el ruido. Al final, el pacto es sencillo: a cambio de poder pasear por un  hayedo volcánico  único, sobre una colada que sigue ahí bajo la hojarasca, toca pasar con el mínimo impacto posible.

Un paseo sobre lava que no lo parece

Quien llega por primera vez a la  Fageda d'en Jordà  suele fijarse en la luz filtrada entre las copas, en el mullido de las hojas secas, en el silencio roto solo por pasos y algún pájaro. Cuesta imaginar que, bajo ese escenario tranquilo, hubo en su día un río de roca fundida a más de mil grados que avanzaba valle abajo. Ese contraste es parte del encanto: pasear hoy por este  bosque de hayas  es, en realidad, caminar sobre lava apagada.

El  Parque Natural de la Zona Volcánica de la Garrotxa  aprovecha esa paradoja para explicar, a través de paneles y rutas guiadas, cómo un paisaje marcado por el fuego puede convertirse con el tiempo en un santuario de sombra y humedad. Y ahí está el verdadero gancho: más allá de la foto otoñal perfecta, la  Fageda d'en Jordà  recuerda que los territorios también cambian de piel y que, a veces, las huellas de un volcán se leen mejor escuchando el crujido de las hojas que mirando un cráter.