El discurso de Ana Corina Sosa en Oslo, al recibir en nombre de su madre María Corina Machado el Premio Nobel de la Paz 2026, fue un llamado a la dignidad y a la defensa inquebrantable de la democracia frente a la deriva autoritaria en Venezuela.

Ese mensaje —sobre cómo un Estado puede degradarse desde dentro— debería resonar con especial fuerza en México, un país que no es Venezuela… todavía, pero que camina acelerada y peligrosamente en esa dirección bajo el gobierno de Morena.

Lo que Machado y su entorno describen no es una exageración retórica: es el

resultado de años de captura del Estado por un poder perverso que concentra

decisiones, desmarca contrapesos y busca normalizar prácticas que antes se consideraban incompatibles con una democracia.

En México, esa misma receta —una mez

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