Desde hace años, hay una confusión global reinante en torno al Premio Nobel de la Paz: que se lo tienen que entregar a una persona “buena”, noble, bondadosa. No era eso, exactamente, lo que quería Alfred Nobel, el inventor de la dinamita y creador de este galardón. Su deseo era que este fuera entregado a quien haya trabajado más “en favor de la fraternidad entre las naciones”.
O a quien promueva procesos de paz. De allí que lo hayan ganado Henry Kissinger, un diplomático tan brillante como maquiavélico (por contribuir al fin de la guerra de Vietnam); o Yasir Arafat e Isaac Rabin, dos guerreros de Oriente Medio, por haber intentado crear una ruta para la paz en la convulsa región. No se trataba de personas precisamente pacíficas.
A veces, incluso, la entrelínea de esta distinción va dirig

La República

Rpp Pe Deportes
Infobae Perú
Andina Internacional
TVPerú
America News