H ay triunfos más importantes que otros, esos que se celebran más por su valor sentimental que por algún beneficio económico o deportivo. Conor McGregor lo sabe muy bien. No es lo mismo ganar dentro del octágono que fuera de él, y el irlandés es todo un ganador en ese sentido. Conquistó lo más apreciado para un hombre, el amor de la mujer que adora. En su caso, el de su esposa, Dee Davlin.

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Es su pareja de toda la vida, la ladrona de sus suspiros hasta la fecha. Tanto la ama que no dudó en reafirmar su compromiso con ella para intercambiar votos en El Vaticano. ¡Se casaron en la Santa Sede!

Lo hicieron en una ceremonia privada en la Iglesia de Santo Stefano degli Abissini, una capilla histórica dentro de los muros vaticanos. La celebración inclu

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