Para muchas familias, armar el arbolito de Navidad es el gesto que inaugura el clima festivo de fin de año. Sin embargo, no todas las personas lo viven con entusiasmo: algunas directamente prefieren evitarlo. Lejos de ser un simple desinterés, la psicología explica que este comportamiento puede estar vinculado a emociones más profundas, atravesadas por la historia personal, el entorno y el momento vital de cada uno.

A diferencia de la infancia -donde predominan la ilusión, los regalos y los rituales compartidos-, en la adultez la Navidad puede confrontar con experiencias complejas: pérdidas familiares, recuerdos que duelen, tensiones no resueltas o el cansancio acumulado del año. Según especialistas en salud mental, evitar el arbolito puede convertirse en un modo de autorregulación emocio

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