El juego suele asociarse con la infancia, pero en realidad es una de las herramientas cognitivas más potentes para cualquier edad. En adultos, el juego —en forma de dinámicas, simulaciones o actividades creativas— activa procesos de aprendizaje profundo que contrastan con métodos tradicionales basados en repetición o memorización.
Jugar abre espacio para el ensayo sin consecuencias. Cuando una persona se siente libre de fallar, explora soluciones nuevas y experimenta con ideas que no intentaría bajo presión. Esto mejora la capacidad de adaptación y fortalece el pensamiento crítico. Por eso, muchas empresas incorporan dinámicas lúdicas en entrenamientos de liderazgo y trabajo en equipo.
Además, el juego favorece la retención. La emoción, la sorpresa y la participación activa generan recue

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