En los últimos días Donald Trump ha llamado se ha referido a varias naciones africanas y latinoamericanas como «países de mierda», y ha insinuado que congresistas de minorías raciales deberían regresar a sus lugares de origen que, según sus propias palabras, son «sitios rotos e infestados de crímenes». Son algunos ejemplos de los muchos que el público ha escuchado en los últimos 12 meses, un discurso abiertamente racista que ha reconfigurado las bases de un país que siempre ha presumido de ser una nación de inmigrantes y que también alimenta un clima de odio cuya versión más radical se está cocinando en un remoto rincón de Arkansas. Allí, u n joven de 35 años está levantando un proyecto que hace décadas parecía impensable, una pequeña ciudad diseñada solo para quienes encajan en un ide

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