Faltan series históricas en un país donde tendríamos que mirarnos más en el espejo del pasado. No series de época, de ropones, disfraces y melodramas, fábricas de mundos paralelos anteriores.
Hablamos de Historia para reflejarnos. No para arrojarnos los muertos a la cara, sino para entender mejor de dónde venimos.
Venimos no solo de una democracia que costó curtir o de una dictadura emplazada desde una Guerra Civil. También de una república fallida y no respetada por nadie o del desastre de Annual, en el Rif, donde hace un siglo los jóvenes eran sentenciados en rebaño. Y la dictadura de Miguel Primo de Rivera, militar populista y oportunista al que en Ena da vida con toda verosimilitud Mariano Peña. Sombreado de Colmenero para el espadón jerezano.
La miniserie de los lunes termina la

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