Hay días para el olvido y para el recuerdo, y que un mismo día te llegue la noticia de la muerte de dos amigos muy diferentes, con los que has tenido una amistad muy distinta, es algo para recordar.
Silvestre Sánchez, el dueño, el alma máter del Salamanca, el mítico restaurante de la Barceloneta, todo y en muchos medios se ha dicho sobre él. Un hombre bueno, trabajador infatigable que construyó desde la nada un auténtico imperio, con su nombre, el de su ciudad, siempre por bandera: Salamanca.
Un hombre que llegó a Barcelona como policía y jamás lo olvidó. Imposible ser policía, guardia civil, mosso d’esquadra, policía local o militar y no haber pasado por el Salamanca. Allí, entre turistas, vecinos de la Barceloneta, jueces, fiscales, abogados, deportistas, habituales de todo tipo y cond

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