Levantarse un par de veces por la noche para ir al baño no parece una tortura. Quizá algo un poco incómodo, pero nada digno de angustia. Doce veces, sin embargo, sí resulta preocupante. Doce interrupciones del sueño frustrantes e inquietas que, en el caso de Claudia (nombre ficticio), le impusieron en el rostro unos ojos oscuros y una falta de descanso brutal durante meses.
¿Las causas? Un episodio prolongado de ansiedad que, llegada la desesperación hasta el punto álgido, puso en su cabeza pensamientos sobre la muerte que jamás hubiera imaginado. Algo que, para ella, era una causa más que razonable para una baja laboral. Pero como descubrió Claudia, a pesar de los prometedores espejismos de concienciación popular, la salud mental todavía encuentra muchas trabas para ser tenida en cuenta

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