Están agotados, sedientos y hambrientos, aunque la adrenalina que recorre sus cuerpos los neutraliza. Marco decide ir junto al grupo que eligió seguir huyendo de la persecución policiaca. Por su mente corre la posible realidad de quienes regresaron: ¿ya estarán a salvo?, ¿cómodos? Él solamente sigue corriendo.
“Yo dije entre mí, verga: ¿será que los demás ya están presos? Ya habrán comido y están tranquilos, para qué habré venido”.
Son las 4 de la mañana. El terreno comienza a cambiar de características. Conforme siguen corriendo, ahora notan cerros: subidas y bajadas, la vegetación es menos espesa. Entre ellos ya se distinguen rostros porque a lo lejos comienza a aclarar el día. Ya no corren, ahora solo caminan casi rendidos. Marco quiere tirarse entre las malezas y dejarse controlar po