Durante 14 años, Jessika Cifuentes forjó una vida estable en Estados Unidos: tenía un negocio propio, vínculos con la comunidad y hasta logró obtener la ciudadanía. Pero el clima hostil hacia los migrantes, impulsado por políticas más severas y las crecientes dificultades económicas, la llevaron a tomar una decisión impensable: volver a Guatemala.
Cifuentes, una profesional de 51 años, empacó sus maletas, dejó el estado de Utah donde residía y regresó con sus dos hijas a Antigua, una ciudad rodeada de volcanes en el sur de Guatemala, donde solo conserva algunas amistades. Allí planea abrir un negocio de comida con su hija mayor.
Tras sentir temor por los cambios en la política de inmigración de la administración de Trump, pasar varios meses sin conseguir empleo tras perder el suyo por re