El 20 de enero de 1982, el escenario del Veterans Memorial Auditorium en Des Moines, Iowa, fue testigo de un momento que pasaría a la historia del rock como uno de los más extraños, perturbadores y simbólicos . Esa noche, en medio del clímax de su carrera como solista, Ozzy Osbourne , la leyenda que falleció el pasado 22 de julio, protagonizó un acto que lo inmortalizó no solo como artista, sino como leyenda del exceso; mordió la cabeza de un murciélago lanzado desde el público .
La escena fue el resultado de una gira cargada de provocaciones escénicas, viscerales y teatrales. El exlíder de Black Sabbath se encontraba promoviendo su segundo álbum en solitario, ‘Diary of a Madman’, con una puesta en escena que incluía vísceras, sangre falsa y elementos macabros. Lo que comenzó como