A los pies del Ávila, Caracas se expande como una franja grisácea irregular, moteada de manchas verdes, y en la que los edificios florecen tímidamente sin opacar nunca a esa gran muralla que la separa del mar. La montaña la cubre de extremo a extremo, coronada al oeste por las torres gemelas de Parque Central, La Previsora en el medio, y el hotel Caracas Palace por el este. La ciudad entera parece caber en un abrazo.
Sin embargo, esa panorámica deja por fuera la verdadera magnitud de lo que representa Caracas en la actualidad. Esa amalgama caótica en la que confluyen paisajes tan diversos, desde barriadas apretadas que envuelven las colinas de terracota y zinc, hasta urbanizaciones holgadas en las que vuelan las guacamayas. Torres de oficinas sacadas de una fantasía brutalista y casitas d