¿Un sentimiento pasajero o el inicio del fin de un idilio? Tadej Pogacar mostró señales de cierto hartazgo que ni siquiera su cuarto Tour de Francia logró disipar el domingo.
Durante la última semana de la Grande Boucle , el esloveno dejó ver gestos que hacían pensar en enfermedad, cansancio o simple aburrimiento. Entre momentos de enfado y apatía, atendió entrevistas y ceremonias sin rastro de emoción o alegría.
El domingo pareció reencontrarse con sí mismo al lanzar ataques sobre el empedrado mojado de Montmartre , en París: "La carrera en estado puro, me encantó", dijo con brillo en los ojos, aunque sin ganar la etapa. Minutos después, volvió a mostrar un semblante serio.
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"Cuanto más crezco, más des