Hay mañanas en las que uno se sienta en la cama, mira al frente... y no pasa nada. El cuerpo ya se movió, pero adentro algo sigue apagado . No es pereza. Tampoco simple cansancio. Es el cerebro, que aún no termina de regresar.

Un grupo de investigadores en Suiza acaba de arrojar algo de luz sobre ese momento gris entre dormir y despertar. Lo publicaron en Current Biology, pero la escena podría describirse sin tantas formalidades: el despertar no es un clic. Es una transición . El cerebro prende en partes, no de una sola vez.

Primero, las zonas frontales. Esas que ayudan a organizar el día, que planifican, que sostienen la atención. Solo después se activa el resto. Es como si el cerebro tanteara la realidad con una linterna pequeña antes de encender toda la casa.

El estudio se hizo

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