El futbolista Héctor Bellerín escribe sobre el eco de la ausencia y un baño en la playa de otros veranos. Con el mar no se pueden tener secretos

He llegado con las ruedas vacías y una roca en el pecho por no haberlo visto venir. He subido y bajado carreteras interminables con un tráfico infinito, accidentes en cadena y baches como edificios. Pero ya estoy aquí. En mi casa. A la que siempre vuelvo.

La nuestra la dejé atrás; en esa sartén ardiendo que trae el mes de junio. La que fue nuestra casa seguía llena de nuestras cosas y también de las tuyas y de un calor tan húmedo que lo inundaba todo de pena. La ropa —tu ropa— se ensuciaba en lo que dura un estornudo, un pestañeo o un enfado de aquellos tontos. La sacaba de la lavadora y la tendía y el agua no se evaporaba por mucho que pasara

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