Chile atraviesa una de las crisis más profundas de su historia reciente. La inseguridad ha dejado de ser solo una sensación: el crimen organizado, el narcotráfico, los homicidios, las armas, la extorsión y la corrupción han comenzado a horadar el corazón mismo del Estado y de la convivencia ciudadana. Lo que antes parecía lejano —crímenes a diario, asaltos en hogares, territorios tomados, narcofunerales, secuestros, policías infiltradas, corrupción, hoy es parte de nuestra realidad cotidiana.
Esta amenaza no se resuelve con slogans ni con una mano dura vacía. Tampoco con resignación ni con fórmulas que terminan socavando las bases del Estado de Derecho, como ha ocurrido en El Salvador , donde la lucha legítima contra las pandillas derivó en un régimen autoritario que encarcela sin ju