L a literatura, especialmente la de Hispanoamérica, tiene dos grandes temas: los hombres providenciales, fuertes, tiránicos o al menos todo poderosos y la sorpresiva aparición de prodigios: muertos murmurantes, hermosas mujeres transportadas al cielo por el aleteo de sabanas milagrosas; fusiles fundidos con las entrañas de un aerolito y en general desafíos a la lógica mal llamados “realismo mágico”. A veces esos dos ingredientes se mezclan.

Todos los escritores, en un grado mayor o menor han sucumbido a la tentación de narrar –a su modo– la raíz del autoritarismo, pero pocos se han ocupado de una de sus consecuencias: la herencia de los caciques. Los hijos del patriarca son llamados a continuar su camino.

Algunos –como Juan Domingo Perón – tras el ocaso, se lo desvían a su esposa tras v

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