En la antigua teoría política liberal del siglo XX se decía que el Estado capitalista estaba obligado a seguir un pacto de conciliación de clases, es decir, gobernar para todas las clases. La conciliación de clases sirvió entonces para garantizar la estabilidad de la gobernabilidad: ese Estado repartía zanahorias y, a quienes de plano eso no los callara, entonces sí aplicaba el garrote. Esa forma de organización permitía que las distintas clases sociales se sintieran representadas por el Estado, pues, aunque siempre daba más a los grandes capitales y menos a las clases populares, les daba algo a todos, es decir, mantenía una representación general y desactivaba los descontentos.

Sin embargo, cuando aquel Estado liberal del siglo XX entró en crisis porque se estancó su tasa de ganancia,

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