Son las seis de la tarde y el termómetro marca 35 grados. Estamos en plena ola de calor, con alerta activa por temperaturas moderadamente elevadas, según la AEMET. Es el tiempo perfecto (aunque menos apetecible) para salir a medir el calor que acumulan distintas superficies de la ciudad.
Enseguida comprobamos que las temperaturas no se reparten igual por toda Salamanca. En barrios con más vegetación o junto al río, el calor se percibe más soportable. Por el contrario, en zonas duras, con mucho cemento y sin sombra, la sensación térmica es agobiante incluso pasadas las ocho de la tarde.
Lo que sucede no es casual: es el efecto de las llamadas islas de calor urbanas, una consecuencia directa del tipo de materiales, la falta de vegetación y la forma en que diseñamos nuestras ciudades. Esto