Los aranceles impuestos bajo amenazas geopolíticas, ideológicas o económicas son una exhibición de fuerza del estadounidense, pero también un arma de doble filo con posible efecto bumerán

Trump desata sus aranceles globales e ignora las señales de alarma en la economía estadounidense

La versión 2.0 del America First de Donald Trump, la agenda MAGA [Make America Great Again, Volver a hacer grande América] pertrechada por la ultraconservadora Heritage Foundation, ha puesto en valor la primera de sus acepciones doctrinales: la economía de EEUU es todavía una poderosa herramienta de influencia internacional. Falta saber si, además, es eficaz en su ambicioso propósito, cada vez más evidente, de demoler el orden mundial con el ariete arancelario, su artilugio geoestratégico para quebrar el sistema de comercio internacional.

En los seis meses de andadura de su segundo mandato, la Administración Trump ha sacudido los cimientos del libre tránsito de mercancías, de servicios y de capitales. Incluso, de trabajadores, con sus deportaciones masivas de inmigrantes, que han zarandeado las fuerzas productivas de sectores con mano de obra extranjera y lesionado la creación de empleo en EEUU en julio. Ahora ya se puede esbozar y proclamar la creación de un nuevo mapa del comercio mundial.

Este decálogo ayuda a entender la verdadera dimensión de los cambios que impulsa el Despacho Oval. Su frenética sucesión de órdenes ejecutivas busca transformar el patrón de crecimiento americano y replicar otra época de proteccionismo industrial y empresarial que pretende devolver a la Casa Blanca el cetro hegemónico de la gobernanza global, pero recuerda a la que sumergió a la primera potencia económica en el inmovilismo y en la recesión en los años treinta del siglo pasado.

1. El líder republicano renuncia al liberalismo. El gran mercado del planeta, adalid del dogma capitalista, “ha decidido renunciar a las normas vigentes del sistema comercial mundial”. Así de contundente se manifiesta Alan Wolff, investigador jefe del Peterson Institute for International Economics (PIIE) y antiguo subdirector general de la Organización Mundial del Comercio (OMC). “Es altamente probable que otras naciones intenten comerciar en mayor medida entre sí, dada la incertidumbre que genera el trato mercantil con EEUU”.

Sin embargo, para Wolff, el “atractivo” americano “sigue siendo deseable”, pese a que representa solo el 13% del comercio mundial y ninguna otra latitud del planeta ha seguido su estela arancelaria. Otro observador internacional, Aaron Bartnick, profesor de la Universidad de Columbia y ex alto funcionario de Comercio de la Casa Blanca, recuerda que la declaración de intenciones de Trump con los aranceles era “convertirlos en un martillo para apuntalar el ataúd” de la vieja fórmula de hacer las cosas.

2. ¿Tiene Trump vía libre para agitar el tablero de ajedrez internacional? De momento, el clima inversor se ha tornado favorable. El primer mes y medio del verano le ha reportado satisfacción. Los mercados permanecieron casi impasibles al histórico ataque aéreo de EEUU a Irán y a su hermética defensa de la apuesta bélica israelí en Oriente Próximo. Tampoco desafiaron el final de la tregua arancelaria ni la subida de los peajes aduaneros para obtener plácet de entrada a territorio estadounidense a productos y servicios procedentes del exterior.

Trump ha reseteado el comercio mundial al imponer desde el pasado jueves un gravamen promedio -sacándose de la chistera la idea de los aranceles recíprocos- del 15,2%, según calcula Bloomberg Economics. Las tarifas oficiales oscilan entre el 10% para aquellos mercados que provocan un escaso déficit comercial a Washington y el 50%. Con la excepción de China, con la que negocia un acuerdo que todavía se resiste a emitir fumata blanca.

El pasado viernes dio otro golpe inesperado con su decisión de aplicar aranceles a las importaciones de lingotes de oro de 1 kilogramo, los más comunes que se comercializan en Comex, el mayor mercado de derivados de oro del mundo, lo que provocó un fuerte repunte del precio de los futuros del metal en el mercado estadounidense, hasta un máximo intradía de 3.534 dólares por onza troy, mientras que en Londres se mantuvieron estables.

3. La Judicatura y la economía podrían revertir la táctica trumpista. Las facultades arancelarias de Trump han sido impugnadas ante los tribunales de Comercio americanos por empresarios y asociaciones sectoriales. La reacción del inquilino de la Casa Blanca fue apelar de inmediato a la Corte Suprema, de mayoría (6-3) conservadora. Aun así, los jueces podrían acabar revocando los aranceles y obligarle a suprimirlos o dotarles de las salvaguardas legislativas de las que ahora carece, según sus detractores. En el orden político, crecen las voces que proclaman que el fast track (poder para sellar pactos comerciales) que oscila entre el Congreso y el Despacho Oval, pese a ser potestad del Capitolio, podría haber vulnerado varios preceptos constitucionales.

El dogma trumpista de impulsar guerras comerciales y rebajas fiscales, cada vez más incrustado en el ADN del Grand Old Party (GOP), se jugará su supervivencia en el terreno económico. El empleo se ha ralentizado súbitamente en julio, “con los precios aún en zona de peligro de espiral alcista y bajo la amenaza de inflación importada debido a los aranceles”, enfatiza Shane Oliver, director de inversiones en AMP, que resume el sentir generalizado del mercado sobre cómo se acabarán trasladando al consumidor los costes aduaneros adicionales.

4. Efecto bumerán: EEUU podría acabar perdiendo la batalla. Los aranceles acabarán frenando la innovación y reducirán el american way of life. La Casa Blanca promociona sus pactos como si fueran victorias, dice el editorial de Bloomberg. “En realidad, no hay nada que celebrar”, porque en términos económicos estrictos, son impuestos, en casi todos los casos, una doble tributación que elevará la factura de empresas y hogares.

El problema al que se enfrenta EEUU no se reduce solo al ámbito importador, a un encarecimiento de la demanda de suministros exteriores del país. Habrá un mayor sesgo para competir e innovar entre los agentes económicos. Y los pagadores últimos serán las propias familias estadounidenses. La polarización ya hace mella en la sociedad americana, ha deteriorado la calidad democrática y ahora amenaza con hacer caer la arquitectura liberal de su estructura productiva.

5. Japón claudica otra vez... Tokio se había erigido en una de las voces disonantes contra la escalada arancelaria de Trump, pero en un sorprendente giro de los acontecimientos, finalmente firmó su armisticio comercial. Dicen los expertos que bajo un doble órdago negociador. De un lado, el compromiso nipón de no vender bonos del Tesoro americano que el país atesora por doquier desde hace decenios, en un momento en el que la rentabilidad de los títulos a 10 y 30 años se ha disparado por las dudas que despierta la economía americana. Del lado estadounidense, la exigencia de medio billón de inversiones niponas en empresas y sectores de EEUU.

El resultado, un arancel del 15% que tendrá a la industria automovilística japonesa como una de sus inesperadas ganadoras (ha visto reducir su gravamen en 10 puntos) a cambio de enviar flujos de capital a territorio americano.

6… y la UE también capitula. Es, quizás, una mayor rendición geoestratégica. Porque al 15% de pacto arancelario se une la pleitesía del club comunitario para asumir un gasto militar del 5% del PIB. Dos balones de oxígeno desde la otra orilla del Atlántico que dan alas a la doctrina MAGA y al nacional-populismo europeo. Insisten desde Bruselas en que prefieren un mal acuerdo que una ausencia de consenso. Pero un diálogo comercial entre iguales no obliga a una parte a firmar cláusulas para adquirir 750.000 millones de dólares en combustibles fósiles -petróleo y gas- americanos en el próximo trienio ni a invertir 600.000 millones más en empresas estadounidenses.

Sobre todo, porque entierra la idea de Mario Draghi y Enrico Letta de elevar la productividad y, por tanto, la competitividad del mercado interior, ganar músculo industrial, preservar la agenda de sostenibilidad y el proceso de digitalización y convertir a Europa en un poder geopolítico y económico capaz de tutear a las dos superpotencias. Europa capitula pese a ser la gran potencia comercial del planeta, poseer el mayor mapa de acuerdos de libre comercio y alardear de ser la defensora del multilateralismo imperante desde la Segunda Guerra Mundial.