En una reunión en la casa de gobierno de Brasil, el presidente hasta las lágrimas al informar que, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, Brasil volvió a salir del Mapa del Hambre.

En la fábrica donde trabajaba de joven, recordó, “los compañeros siempre me ofrecían algo para comer. Yo decía que no tenía hambre, pero por dentro imaginaba mordiendo aquel sándwich. Me quedaba en silencio, con vergüenza de admitir que estaba con hambre, y volvía a trabajar”.

No soy propenso a promover o a conmoverme con las emociones de políticos en público. Por lo general no creo en sus lágrimas de telenovela mientras administran un imperio que masacra niños en algún rincón del mundo o matan de hambre a viejos jubilados en algún rincón de su propio país. Tambi

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