La genialidad de ha sido hacer de Torrente la imagen del pícaro posmoderno . El personaje parece surgido de la España Imperial, la del Buscón y el Lazarillo; la de Franco y la Falange. Torrente compila en su oronda figura lo mas despreciable del alma española desde el punto de vista de un progre: ser de derecha extrema, nostálgico del franquismo y que enarbole la rojigualda como signo de la España facha que denosta la izquierda cañí.

En realidad, todo esta exhibición de una españolidad rancia y periclitada, que a mediados de los años 90 era ya tan residual como ahora, funciona críticamente por antítesis: alardea de ser un facha, cuando en verdad representa, por contraposición, todo lo contrario. Menosprecia a las mujeres, a las que considera objetos sexuales y pilinguis, se burla de l

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