Hay dos que se besan. Contra una columna, en la calle, a la vista de todos. El tiempo se suspende. Llega la tempestad y arrasa. El deseo es urgente y quema. Allí están los dos. Con sus pequeñas miserias, sus innumerables pérdidas, regalándose caricias. Como no hay cuerpo sin heridas ni agujeros, dos rotos se encuentran, se cosen poco a poco y dicen «sí» sin garantías ni certezas. Se disponen a vivir abrazando lo incierto, lo que viene, y avanzan. Con sus pequeñas miserias, sus innumerables pérdidas, regalándose caricias.
Se conocieron en Inca , en un casamiento. Ella bailaba con sus amigos, bromeaba con los camareros, reclamaba canciones al DJ; él estaba en la barra con una caña en la mano y sobre el final de la noche quedó solo en una mesa del fondo. Ella se acercó. Le dijo su nombre,