Dos hombres con un historial reciente de transgredir la paz mundial se preparan para posar como arquitectos de una solución en Ucrania, en un planeta convulsionado por guerras, crisis humanitarias, hambre y desigualdades crecientes.
El próximo viernes 15 de agosto, en Alaska, Donald Trump y Vladímir Putin se encontrarán —en teoría— para buscar fórmulas que pongan fin a un conflicto que ha dejado miles de muertos, millones de desplazados y cicatrices profundas en el sistema internacional.
A primera vista, la cita parece un gesto diplomático. Pero detrás del protocolo, las banderas y los discursos oficiales late una realidad incómoda: se trata de dos líderes tan impredecibles como ambiciosos, dispuestos a proteger sus intereses estratégicos incluso a costa de prolongar la inestabilidad glo