Entre vivencias personales y debates globales, un prejuicio histórico amplificado por la era digital

Hace cinco años, en un gimnasio de Madrid, llevaba unos seis meses entrenando allí. Una mujer con la taquilla muy cerca de la mía me preguntó si yo era judía. Le respondí que no, y ella dijo con seguridad: -- Qué raro, yo nunca me equivoco. A partir de ese momento, las mujeres que solían estar cerca dejaron de saludarme o hablarme. El ambiente se volvió tan incómodo que decidí cambiarme de lugar. Este episodio me recordó que ciertos prejuicios siempre han existido, incluso sin redes sociales para difundirlos. Hoy, sin embargo, la forma en que circula la información ha cambiado. En la era digital, cualquier palabra, imagen o gesto puede hacerse público en segundos. Lo que antes quedaba en

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