Cuando Manuel Briz tenía ocho años su padre, Zacarías, le pidió que esa noche se fuera a dormir pronto porque al día siguiente, a las seis de la mañana, irían hasta una colina en Galinduste. «¿Y para qué tenemos que madrugar tanto?», recuerda que le pregunto. «Porque te voy a enseñar a predecir el tiempo con las cabañuelas », le respondió.

Desde aquel día, hace ya muchos años, Manuel sigue tirando de los conocimientos que le enseñó su padre (y los que luego aprendería con el tiempo), para hacer un pronóstico del tiempo que hará al año siguiente.

«A mi padre le enseñaron las cabañuelas los trabajadores que tenía en una finca en Aldeanueva del Camino. Les pidió que plantaran tabaco y le respondieron que no porque el próximo año vendría muy seco, según habían visto con las cabañuelas,

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