
Aprovechando estas semanas en las que muchas personas disfrutan de unas merecidas vacaciones, seguramente más de uno se habrá decantado por visitar y disfrutar de Praga , una de esas ciudades centroeuropeas que no deja indiferente a todo aquel agradecido turista que, evidentemente, no solo se quedará entusiasmado con el mítico puente Carlos. La Casa Danzante, ideada por el reputado arquitecto Frank Gehry , es otro de los alicientes para ver en Praga , una casa cuya historia comienza mucho antes de su construcción. Y es que el lugar que hoy ocupa este singular edificio albergaba originalmente un antiguo palacio del siglo XIX, caracterizado por un encantador estilo neorrenacentista.
Lo cierto es que, a día de hoy, se trata de un edificio situado en la orilla derecha del río Moldava, convertido ya en un hito en la Ciudad Nueva de Praga. Hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, en 1945, el palacio neorrenacentista fue completamente arrasado por un bombardeo estadounidense que afectó a la ciudad . Tras la retirada de los escombros, esta zona permaneció inutilizada y vacía durante casi cinco décadas, hasta principios de los años 90. Fue entonces, en la década de 1990, cuando un banco holandés adquirió el terreno con la visión de erigir un edificio emblemático para Praga. La empresa contactó al arquitecto checo Vlado Milunic y le encomendó la tarea de invitar a un arquitecto de renombre internacional para colaborar en el proyecto.
Nouvel y luego Gehry
Inicialmente, Milunic se puso en contacto con el arquitecto francés Jean Nouvel, autor, entre otras maravillosas joyas de la arquitectura, de la sorprendente Torre Glòries de Barcelona . Pero Nouvel declinó la oferta debido a la reducida superficie del terreno. Sin embargo, cuando se realizó el segundo contacto, en este caso con el arquitecto estadounidense Frank Gehry (autor, entre otras obras, del Museo Guggenheim de Bilbao), este aceptó el encargo, y ambos arquitectos, Milunic y Gehry, gozaron de un presupuesto casi ilimitado y total libertad artística para el diseño. La construcción de la Casa Danzante se llevó a cabo entre 1992 y 1996.
El proyecto, de estilo deconstructivista, generó una considerable controversia en el momento de su construcción , como en tantas ocasiones (la Torre Eiffel, por ejemplo, no gustó nada a los parisinos de la época en la que se construyó). Los vecinos de la zona protestaron, argumentando que un edificio con formas curvas y ventanas no alineadas rompería drásticamente con la estética barroca y modernista predominante en el barrio circundante. Algunos de sus detractores incluso llegaron a referirse a ella como “La Casa Borracha”, pero el proyecto siguió cogiendo forma con el paso del tiempo.
A pesar de las críticas y los considerables costes del proyecto, impulsados por las complicaciones técnicas inherentes a un diseño tan peculiar, el entonces presidente checo, Václav Havel , brindó un apoyo fundamental. Havel, quien era vecino del barrio, confiaba en que la construcción de la Casa Danzante dotaría a la zona de un nuevo espacio cultural y contribuiría a su revitalización . Una apuesta que salió bien, ya que el edificio se ha convertido con el tiempo en una obra piropeada y visitada por miles de personas cada año. Un icono de la ciudad.
Gracias a este respaldo, el edificio no solo superó la controversia inicial, sino que se ganó el cariño de muchos y se convirtió en uno de los edificios modernos más apreciados de Praga, recibiendo incluso premios de arquitectura, incluyendo uno de la revista American Time en la categoría de diseño en el mismo año de su finalización. Su nombre popular, “Ginger y Fred”, o “La Casa Danzante”, proviene de la particular pose plástica de sus dos torres, que evocan una mítica pose del famoso dúo de bailarines Ginger Rogers y Fred Astaire ; según los expertos en la materia, la torre de cristal representa a Ginger, y la de piedra a Fred.
Aunque fue concebido originalmente con la intención de ser un pequeño centro cultural, la Casa Danzante alberga hoy en día diversas funciones. Es la sede operativa de varias oficinas, incluyendo las Oficinas Nacionales Holandesas, y acoge a varias empresas multinacionales. Además, cuenta con un hotel, una galería de arte con exposiciones de artistas no solo checos sino también internacionales, y un renombrado restaurante francés, “Fred and Ginger Prague” , ubicado en las últimas plantas y ofreciendo vistas panorámicas de la ciudad. Unas vistas tan inolvidables como los bailes de aquella pareja que participó en diez largometrajes, la mayoría de ellos en los años 30, mucho antes de que se erigiera un edificio emulando cómo bailaban.