Que Hansi Flick haya aceptado sin un solo lamento público la marcha de Iñigo Martínez a una sola semana del inicio de la Liga es la clara demostración de que el técnico alemán es, por encima de todo, un hombre de club. Otro cualquiera, en su lugar, estaría lanzando reproches a los cuatro vientos por la pérdida de un elemento tan esencial como el ondarrés en los planteamientos del entrenador. A los treinta y cuatro años se había convertido en todo un líder dentro y fuera del campo, donde se hacía escuchar, especialmente por parte de los jóvenes.
La progresión de Cubarsí no se entendería sin la complicidad que había adquirido con la experiencia que le daba jugar al lado de Iñigo.
Para Flick es todo un golpe bajo prescindir de uno de los futbolistas que daban sentido a la manera de interp