El impoluto blancor del folio espera paciente las veladuras del relato de cualquier vida, como una nube blanca que se va disipando en el vuelo de la memoria, buscando esa serie de flashes, esos destellos que al azar se almacenan en la memoria , que nos recuerdan unas músicas o unas películas de una década.

Es imposible decir las palabras pintura, dibujo… o arte, pensar en el significado y el sentido de estos términos, en Murcia , y que no nos venga a la memoria, como si su presencia fuera una constante, y aún estuviese entre nosotros, la figura de José María Párraga.

Decía de él su amigo Pedro Soler que era tan diverso –y simultáneamente tan disperso– que resultaba complejo definirlo como pintor. Un enigma. Y es que las incursiones de Párraga en tantos y tantos géneros y pro

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