
Las citas médicas se repetían año tras año. Cambiaban los diagnósticos, pero el resultado era siempre el mismo . Entre viajes a clínicas, papeleo interminable y tratamientos agotadores, el tiempo se acababa sin que llegara el hijo que tanto buscaban . La ilusión seguía viva, aunque adaptada a la realidad de pruebas y esperas, y fue en ese punto cuando surgió la posibilidad de intentarlo por una vía que no habían considerado antes .
Linda Archerd confió en la donación de sus embriones congelados tras décadas guardándolos
El caso de Lindsey y Tim Pierce , de Londres, en el estado de Ohio, comenzó a tomar forma cuando conocieron el programa Snowflakes de Nightlight Christian Adoptions , una agencia especializada en donación de embriones . Llevaban siete años intentando tener un hijo y habían probado opciones de adopción y tratamientos de fertilidad. En sus palabras para MIT Technology Review , Lindsey señaló que “marcamos cualquier opción posible”. Esa apertura permitió que recibieran la propuesta de acoger embriones procedentes de otra familia , en este caso los de Linda Archerd .
Archerd había creado cuatro embriones mediante fecundación in vitro en 1994 , cuando la técnica aún era poco conocida y el procedimiento de congelación se realizaba de forma lenta. Uno fue transferido y dio lugar al nacimiento de su hija, mientras que los otros tres quedaron almacenados . La intención inicial era utilizarlos ella misma, pero el paso de los años y la llegada de la menopausia modificaron sus planes. Decidió entonces buscar un destino que mantuviera un vínculo personal con cualquier hijo que pudiera nacer de esos embriones .
La búsqueda no fue sencilla. Muchas clínicas descartaban la posibilidad de trabajar con material genético congelado hacía tanto tiempo, en parte por el riesgo de daños derivados de métodos de conservación antiguos . Según explicó la propia Archerd, “muchos lugares ni siquiera querían recoger mi información”. El programa Snowflakes aceptó el reto, siempre que pudiera recuperar los registros médicos originales. El médico que la trató en los 90 aún ejercía en Oregón y conservaba la documentación en su sótano.
Con la documentación lista, los embriones entraron en el sistema de asignación de la agencia en 2022. La preferencia de Archerd era que la pareja receptora viviera en Estados Unidos, estuviera casada y compartiera su fe cristiana. El proceso llevó tiempo, pero finalmente se cruzó con la solicitud de los Pierce , que estaban registrados en la clínica Rejoice Fertility de Knoxville, enTennessee. Este centro, dirigido por el endocrinólogo reproductivo John Gordon , acepta embriones sin importar el tiempo que lleven congelados y colabora con varias agencias de adopción.
El proceso de descongelación permitió que naciera un bebé tras tres décadas en nitrógeno líquido
El laboratorio, dirigido por Sarah Atkinson , tuvo que trabajar con un vial de plástico sellado que contenía los tres embriones. La descongelación, realizada el 14 de noviembre, permitió que todos sobrevivieran inicialmente , aunque uno dejó de desarrollarse poco después. Los otros dos fueron transferidos a Lindsey, y de ellos uno se convirtió en el embarazo que daría lugar a Thaddeus Daniel Pierce .
Nacido el 26 de julio, Thaddeus llegó tras más de tres décadas de almacenamiento en nitrógeno líquido . La madre biológica reconoció que, al ver las primeras fotos, percibió un parecido inmediato con su hija. “Saqué mi álbum de bebé y los comparé, y no hay duda de que son hermanos”, afirmó Archerd. Aunque aún no hay un encuentro previsto , manifestó su deseo de conocerlo algún día.
El nacimiento de Thaddeus no solo marcó un récord de longevidad para un embrión congelado que llega a término, sino que también puso de relieve las cuestiones éticas y prácticas que rodean a la fecundación in vitro. Según datos de la Sociedad para la Tecnología de Reproducción Asistida en Estados Unidos , aproximadamente el 2% de los nacimientos actuales proceden de estos tratamientos, un porcentaje que asciende al 3,1 en Reino Unido.
Mientras, millones de embriones permanecen guardados en tanques, a la espera de un destino que, como en este caso, puede tardar décadas en cumplirse. Y así, en una casa de Ohio, un bebé duerme ajeno a que su vida empezó mucho antes de que sus padres pensaran siquiera en su existencia.