
Desde la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos ha apoyado repetidamente a gobiernos que han cometido atrocidades masivas, definidas por el experto en genocidio Scott Straus como “violencias sistemáticas a gran escala contra la población civil”.
Esto incluye el apoyo a Israel, que se ha mantenido constante a pesar del reciente desacuerdo del presidente Donald Trump con el primer ministro Benjamin Netanyahu sobre si se está matando de hambre a los palestinos en Gaza.
Somos académicos especializados en genocidio y otras atrocidades masivas, así como en seguridad internacional. En nuestra investigación para un próximo artículo en la revista Journal of Genocide Research, analizamos declaraciones oficiales, documentos desclasificados e informes de los medios de comunicación sobre cuatro casos que implican el apoyo de Estados Unidos a gobiernos que cometieron atrocidades: Indonesia en Timor Oriental entre 1975 y 1999, Guatemala entre 1981 y 1983, la coalición liderada por Arabia Saudí –conocida como “la Coalición”– en Yemen desde 2015 e Israel en Gaza desde octubre de 2023.
Identificamos seis estrategias retóricas utilizadas por funcionarios estadounidenses para distanciar públicamente a Estados Unidos de las atrocidades cometidas por quienes reciben su apoyo.
Esto es significativo porque cuando los estadounidenses, así como otras personas del resto del mundo, aceptan esa retórica tal cual, Estados Unidos puede mantenerse impune a pesar de su papel en la violencia global.
Ignorancia fingida
Cuando los funcionarios estadounidenses niegan tener conocimiento alguno de las atrocidades perpetradas por quienes reciben apoyo de Estados Unidos, lo llamamos “ignorancia fingida”.
Por ejemplo, después de que la Coalición bombardease un autobús escolar en Yemen, matando a decenas de niños, la senadora estadounidense Elizabeth Warren preguntó al general Joseph Votel si el Mando Central de Estados Unidos hacía un seguimiento del propósito de las misiones a las que reabastecía.
Su respuesta: “Senadora, no lo hacemos”.
Esta ignorancia declarada contrasta radicalmente con los crímenes de guerra bien documentados de la Coalición desde 2015. Como dijo el experto en Yemen Scott Paul: “Ya nadie puede fingir sorpresa cuando mueren muchos civiles”.
Ofuscación
Cuando las pruebas de las atrocidades ya no pueden ignorarse, los funcionarios estadounidenses recurren a la ofuscación, que consiste en confundir los hechos.
Cuando las fuerzas indonesias llevaron a cabo masacres en 1983, matando a cientos de civiles, la embajada de Estados Unidos en Yakarta envió un telegrama al secretario de Estado y a varias embajadas, consulados y misiones estadounidenses cuestionando los informes porque “no habían recibido confirmación de otras fuentes”.
De manera similar, durante el genocidio en Guatemala, tras el golpe de Estado exitoso de Efraín Ríos Montt, los funcionarios estadounidenses tergiversaron los informes sobre la violencia perpetrada por el Gobierno, y culparon a la guerrilla.
En su informe sobre los derechos humanos en Guatemala de 1982, por ejemplo, el Departamento de Estado afirmó: “En los casos en que ha sido posible atribuir la responsabilidad [de los asesinatos en Guatemala], parece más probable que, en la mayoría de los casos, los insurgentes […] sean los culpables”.
Sin embargo, los servicios de inteligencia de EE. UU. afirmaban lo contrario.
Se pueden encontrar informes sobre atrocidades y abusos cometidos por el Estado en Guatemala en documentos de inteligencia estadounidense desde la década de 1960 en adelante. Un telegrama de la CIA de 1992 señalaba explícitamente que “varias aldeas han sido arrasadas” y que “cabe esperar que el ejército no dé cuartel ni a combatientes ni a no combatientes”.
Negación
Cuando se acumulan las pruebas de las atrocidades, así como las pruebas de quién es el responsable, los funcionarios estadounidenses recurren a menudo a la negación. No niegan que se esté proporcionando ayuda estadounidense, sino que argumentan que no se utilizó directamente para cometer aquello de lo que se les acusa.
Por ejemplo, durante las atrocidades cometidas por Indonesia en Timor Oriental, Estados Unidos estaba entrenando activamente a miembros del cuerpo de oficiales indonesio. Cuando las fuerzas de seguridad indonesias masacraron a unas 100 personas en un cementerio de Dili en 1991, la administración de George H. W. Bush se limitó a decir que “ninguno de los militares indonesios presentes en Santa Cruz había recibido adiestramiento estadounidense”.
Desviación
Cuando el escrutinio público alcanza niveles que ya no pueden ignorarse fácilmente, los funcionarios estadounidenses pueden recurrir a la desviación.
Se trata de ajustes políticos muy publicitados que rara vez implican cambios significativos. A menudo incluyen una forma de engaño. Esto se debe a que el objetivo de la distracción no es cambiar el comportamiento del receptor de la ayuda estadounidense, sino que se trata simplemente de una táctica política utilizada para apaciguar a los críticos.
En 1996, cuando la administración Clinton cedió a la presión de los activistas y suspendió la venta de armas pequeñas a Indonesia, continuó vendiéndoles armamento valorado en 470 millones de dólares estadounidenses, incluidos nueve aviones F-16.
Más recientemente, en respuesta a las críticas del Congreso y de la opinión pública, la administración Biden suspendió la entrega de bombas de 900 y 227 kg a Israel en mayo de 2024, pero solo de forma temporal. El resto de sus transferencias de armas se mantuvo sin cambios.
Como ejemplifica el respaldo estadounidense a Israel, el desvío también incluye investigaciones superficiales de Estados Unidos que muestran preocupación por los abusos, sin consecuencias, así como el apoyo a autoinvestigaciones, con resultados exculpatorios previsibles.
Exaltación
Cuando las atrocidades cometidas por los beneficiarios de la ayuda estadounidense son muy visibles, los funcionarios de EE. UU. también recurren a la exaltación para elogiar a sus líderes y presentarlos como dignos de recibir ayuda.
En 1982, el presidente Ronald Reagan elogió al presidente Suharto, el dictador responsable de la muerte de más de 700 000 personas en Indonesia y Timor Oriental entre 1965 y 1999, por su liderazgo “responsable”. Mientras tanto, los funcionarios de Clinton lo consideraban “uno de los nuestros”.
De manera similar, el líder guatemalteco Ríos Montt fue descrito por Reagan a principios de la década de 1980 como “un hombre de gran integridad personal y compromiso”, obligado a enfrentarse a “un brutal desafío de guerrilleros armados y apoyados por otros fuera de Guatemala”.
Así, se presenta a estos líderes como si utilizaran la fuerza por una causa justa o solo porque se enfrentan a una amenaza extrema. Este fue el caso de Israel, con la administración Biden afirmando que Israel se encontraba “en medio de una batalla existencial”.
Esta exaltación no solo eleva moralmente a los líderes, sino que también justifica la violencia que cometen.

Diplomacia silenciosa
Por último, los funcionarios estadounidenses también suelen afirmar que están llevando a cabo una forma de diplomacia silenciosa, trabajando entre bastidores para controlar a los receptores de la ayuda estadounidense.
Es importante señalar que, según ellos, para que la diplomacia silenciosa tenga éxito, es necesario que Estados Unidos mantenga su apoyo. Por lo tanto, la defensa continuada de quienes cometen atrocidades se legitima precisamente porque es esta relación la que permite a Estados Unidos influir en su comportamiento.
En Timor Oriental, el Pentágono argumentó que el entrenamiento aumentaba “el respeto de los derechos humanos por parte de las tropas indonesias”. Cuando una unidad militar indonesia adiestrada por EE. UU. masacró a unas 1 200 personas en 1998, el Departamento de Defensa afirmó que “aunque los soldados entrenados por Estados Unidos hubieran cometido algunos de los asesinatos”, EE. UU. debía continuar con su trabajo para “seguir influyendo en lo que sucediera a continuación”.
Los funcionarios estadounidenses también insinuaron en 2020 que los yemeníes atacados por la coalición liderada por Arabia Saudí se benefician del apoyo armamentístico de Estados Unidos a esta, ya que dicho apoyo le da influencia sobre el uso de las armas.
En el caso de Gaza, han mencionado repetidamente la diplomacia silenciosa como una forma de promover la moderación, al tiempo que tratan de bloquear otros sistemas de rendición de cuentas.
Por ejemplo, Estados Unidos ha vetado seis resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas sobre la Franja desde octubre de 2023 y ha impuesto sanciones a cinco jueces y fiscales de la Corte Penal Internacional debido a las órdenes de detención dictadas contra Netanyahu y el exministro de Defensa israelí Yoav Gallant.
Distanciamiento y minimización
Los funcionarios estadounidenses llevan mucho tiempo utilizando diversas estrategias retóricas para distanciar al país y minimizar su contribución a las atrocidades cometidas por otros con su apoyo.
Teniendo en cuenta estas estrategias, el reconocimiento por parte de Trump de la “hambruna real” en Gaza puede considerarse una distracción de la defensa inalterable de Estados Unidos a Israel, mientras las condiciones de hambruna en Gaza empeoran y los palestinos son asesinados mientras esperan por comida.
Desde fingir ignorancia hasta minimizar la violencia y alabar a sus autores: los gobiernos y presidentes estadounidenses han utilizado durante mucho tiempo una retórica engañosa para legitimar la violencia de los líderes y países que respaldan.
Pero hay dos elementos necesarios que permiten que este enfoque siga funcionando: uno es el lenguaje del Gobierno estadounidense; el otro es la credulidad y la apatía del público.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation, un sitio de noticias sin fines de lucro dedicado a compartir ideas de expertos académicos.
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