La hiperactividad del presidente Donald Trump para intervenir como árbitro en diferentes guerras (la última, entre Armenia y Azerbaiyán) ha recibido una respuesta mediática que, en general, tiende a la caricatura. Trump se lo ha ganado a pulso con una estrategia de omnipresencia asfixiante, más propia de un concursante de reality show que de un presidente. En los realitys , la fanfarronada, la grosería, la irresponsabilidad y la frivolidad siempre son premiadas por la audiencia, al margen del purismo de los críticos o de la opinión publicada.
Ahora cuentan que Trump está obsesionado por ganar el Nobel de la Paz y que todo lo que hace para intervenir entre el gobierno de Netanyahu y Hamas o de contener el imperialismo de Vladimir Putin responde al ansia de recibirlo, sobre todo sabiend