Se desparrama el sol por el patio de cemento del Alliierten Museum y brilla, más bien refulge, el fuselaje del Hastings, el avión de transporte más grande desplegado por la RAF durante el llamado Puente Aéreo de Berlín. A un lado, un pedazo de muro y una torre de vigilancia. Al otro, las cicatrices de una ciudad tocada, hundida y troceada. Berlín, año cero. O casi. “Se destruyó, se reconstruyó y tuvo un muro durante casi 30 años que separó barrios, familias y amigos. Fue la ciudad más peligrosa del mundo, la que tenía más espías por metro cuadrado. Es una ciudad fascinante que resume y condensa lo peor del siglo XX", explica Paloma Sánchez-Garnica (Madrid, 1962) mientras recorre una vez más las calles de la capital alemana, escenario de sus tres últimas novelas: ‘La sospecha de Sofí

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