En el sur de Tenerife , cerca del Puerto Deportivo San Miguel de Abona , lejos de miradas indiscretas y resguardado tras candados y cámaras de vigilancia , existe un lugar donde el mar ya no llega, pero su memoria permanece oxidada: un cementerio de barcos . Allí, entre cascos carcomidos por el tiempo y camarotes que huelen a sal y combustible, el creador de contenidos Ratatour se adentró para mostrar lo que pocos han visto.
La aventura comienza con un guiño de complicidad y un aviso: Andrey abre la puerta y Ricardo advierte: "No se puede entrar, hay cámaras”, avisan. Pero el permiso está concedido y el grupo atraviesa el umbral hacia un mundo suspendido en otra época .
Primero está el Traveling Lady , un barco que aún deja pasar la luz por sus ventanales, aunque en