Agosto es, para la hostelería conquense, un mes de contrastes. Mientras las calles de la ciudad lucen menos concurridas que en otras épocas del año, los restaurantes intentan retener a quienes resisten el calor y buscan un menú diario. Con buena parte de los conquenses disfrutando de sus vacaciones en la costa o en los pueblos, y con un flujo turístico más discreto, los hosteleros adaptan su oferta y su estrategia a una demanda más dispersa.

En el Restaurante La Venta, su gerente, Manolo Moya, asegura que afrontan este mes «con la misma ilusión de todos los años», aunque reconoce que «este verano se nota un poquito menos de personal, de turistas». El comedor se llena a diario, pero falta ese «doblar mesas» que caracteriza a las semanas de más actividad. La actividad es «menos frenética».

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